Incontenibles ganas de llorar. Un nudo en la garganta y una pena que nos crece adentro y nos hace doler hasta las sienes. La sensación de querer, y no poder, y tratar y no poder, y darse cuenta que realmente no podemos cambiarlo.
El llanto que brotará en cualquier momento, mientras buscamos un hombro amigo, o aunque sea cercano, para apoyar la frente y sollozar como bebes; porque no lo entendemos y nos hubiese encantado hacer algo para evitarlo.
Esa voz amiga que nos pide calma y nos acaricia el pelo y luego la mejilla. Con un suave beso nos conforta y rápidamente sabemos que no estamos solos. Nos piden calma e imploran que todo va a estar bien. No lo saben, pero cómo tranquiliza la voz, el tono, el modo, ellos. El abrazo fraternal y fuerte que protege y resguarda y que nunca quisiéramos que nos suelte.
Y después del llanto, la pena, el consuelo y las esperanzas una sensación de liviandad nos invade. Nos sentimos liberados, como si un peso gigante se hubiese apartado de nosotros. Estamos renovados y podemos continuar, gracias a ellos, continuar.
1 comentario:
y luego a hidratarte
seba! te extraño!
bueno, cuando pueda me conecto, es q estar en el msn me qita mucho tiempo.
espero estes mejor de la piernita y el corazoncito
besitos!
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